Hombres de mar

El narrador océano
Lima: Alfaguara, 2011
Por: Víctor Quiroz
Fuente: El Hablador
http://www.elhablador.com/resena20_quiroz.html

La última novela de Óscar Colchado Lucio, Hombres de mar (Alfaguara, 2011), sorprende por su carácter ambicioso y oceánico. Esta obra nos muestra a un narrador maduro y en la plenitud de su labor creativa. En esta primera lectura, quisiera destacar algunos aspectos centrales de la configuración narrativa de este gran relato.

El texto está dividido en tres partes. La primera consta de doce capítulos; la segunda, de once y la tercera, de trece. Aparte de ello, cuenta con un texto liminar, que viene a ser un fragmento de unos cuadernos que pertenecieron a Manuel Rojas Padilla, militante senderista. En dichos cuadernos, figurarían más apuntes sobre la historia que él quisiera contar acerca de sus compañeros de escuela, el amor que le profesaba a Mariela Salinas y la huelga de pescadores, asuntos que son ficcionalizados en una de las líneas narrativas principales del relato. En este caso, el narrador juega con el antiguo tópico del “manuscrito encontrado” (tan empleado en las novelas de caballería, parodiado en el Quijote y actualizado en gran parte de la novela contemporánea fascinada con lo metaficcional), pero lo entronca con lo histórico, a fin de explorar líneas de reflexión no solo sobre la creación literaria, sino sobre la catástrofe social de fines del siglo XX.

La última novela de Colchado es oceánica, porque, en ella, se dan cita diversos tiempos narrativos. Cronológicamente, en primer lugar, encontramos un tiempo mítico signado por las luchas entre los dioses andinos (Aiapaec, el mellizo marino, el mellizo terrestre). En segundo lugar, el lector es transportado hasta la época del señorío Moche, en la que se representa una pugna amorosa humano-mítica que trascenderá las barreras del tiempo y se actualizará en el siglo XX, en particular, en la década del setenta. Es en esta época que la novela centra su atención, ya que tiene como punto climático la huelga general ocurrida durante el gobierno de Morales Bermúdez. Finalmente, se ficcionalizan hechos de la década del 90 y se proyecta hasta la década del 2000 (en la línea narrativa que es evocada por Morillo). Prácticamente todos estos tiempos confluyen y son actualizados en el principal espacio narrativo del texto: Chimbote. Planteamos que dicho escenario está concebido a la manera de un chaupi, como un espacio de mezcla, de contacto, que articula tensionalmente tiempos, personajes, lenguajes, historias y visiones del mundo.

Por un lado, Hombres de mar establece relaciones intertextuales con los relatos anteriores de Colchado, puesto que sigue la línea de la exploración de las relaciones entre lo mítico y lo moderno, y con otros relatos de la narrativa chimbotana. Ahora bien, nos interesa subrayar el diálogo que Colchado establece con Arguedas y Vargas Llosa. Este vínculo se evidencia en la representación del mundo escolar, del burdel, en la focalización del tema de la virilidad y en el empleo de una configuración narrativa a la manera de una bildungsroman o novela de aprendizaje. También, en lo referente a Arguedas, se revela en la elección de ciertos personajes y espacios, por ejemplo, Chimbote y los seres del imaginario andino, o en el caso de la alusión a personajes históricos (como el “Braschi” arguediano, quien deviene en el “Bianchi Ross” de Colchado). Finalmente, relevamos la concretización de la idea balzaciana de la saga novelesca que, si bien antes había explorado con relación a “Cholito”, ahora involucra a sus novelas mayores: Rosa Cuchillo y Hombres de mar (considérese el caso del personaje secundario Nieves Collanqui, quien aparece en ambas novelas).
Por otro lado, es necesario subrayar que Hombres de mar trasciende la intertextualidad, ya que tiende sus redes simbólicas hacia el campo de lo interdiscursivo. Quisiéramos postular que la obra recrea la mitología andina prehispánica a partir de un diálogo con fuentes no literarias. Podemos mencionar que alude a las representaciones pictográficas de los muros Chan Chan, a la orfebrería Chimú, a la textilería Paracas, a algunos ceramios de la cultura Mochica y, acaso, se vincule con los petroglifos de Huancor en Chincha. De este modo, al leer ciertos pasajes de la novela, uno podría pensar que está caminando frente a un gran mural, acaso en la ciudadela de Chan Chan, mirando paredes en las que están dibujados cantares, ciclos míticos, leyendas, que van siendo contadas oralmente por un sumo sacerdote, un brujo o un laykha. Por ejemplo, nos encontramos con Ai-Apaec (dios degollador dios moche), con el Mellizo Marino (quien adopta la apariencia del enigmático Viejo Tijera), el Mellizo Terrestre (que reencarna en Pedro Chinchayán, quien se integra a Izquierda Unida). Además, nos es narrada la gran batalla de los dioses en la que se enfrentan la diosa de la lluvia, los Mellizos y sus guerreros (puma, águila, iguana, búho, zorro, jaguar), etc.; lucha en la que principios cognoscitivos como la dualidad y la tripartición o categorías como el pachacuti se actualizan vigorosamente. Así, se revela la praxis de la imaginación literaria del creador verbal andino contemporáneo, quien construye una lectura mítica que intenta comprender los hechos que han marcado nuestra historia. En esta perspectiva, podemos señalar que la inserción de dioses (seres míticos) que se transforman en seres humanos (mundanos), lo que supone una humanización de la divinidad mítica. En este proceso de “rebajamiento” (o desacralización), entonces, lo sagrado (lo elevado y lo lejano) se renueva y se actualiza, puesto que se reinserta en la Historia (en lo terrenal y lo próximo), por ejemplo, en el contexto de la épica lucha de los pobladores chimbotanos contra los abusos del poder autoritario. De este modo, lo mítico se entrelaza críticamente con lo histórico.

Además, la reinscripción de discursividades de la tradición prehispánica andina no solo indica una intención de reivindicar y reafirmar este legado, sino el deseo de mostrar que el discurso moderno-occidental no ha podido cancelar la memoria andina que resiste y continúa interactuando en nuestros días. Por consiguiente, la ficcionalización de la oralidad y de la memoria cultural andina constituye un acto político-cultural que, desde el campo literario, propone que, sin la articulación dialógica de esta tradición de pensamiento, no es posible lograr el anhelado cambio social.

En síntesis, en Hombres de mar, asistimos a la transformación del potencial de la imaginación milenaria, del pensamiento mítico andino, en un impulso creador que empuja a las colectividades andinas migrantes a apropiarse de diversos espacios físicos y simbólicos. La novela nos habla de una renovación de la utopía andina y cómo esta puede articularse dialógica y críticamente con otros discursos contrahegemónicos. Se trata, finalmente, de una novela oceánica, de urgente y nutritiva lectura para reevaluar nuestro futuro como nación.